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Llevamos dos meses ya de confinamiento y parece como si el tiempo se hubiese detenido. Al principio de la cuarentena el miedo predominaba en todos nosotros, parecía que el virus acechaba en la puerta de tu casa para colarse y provocar el caos en ese mundo creado con tanto mimo. La higiene se situó en escalones casi inalcanzables. manos agrietadas y casi ensangrentadas por el uso continuado de desinfectantes. Mirábamos a nuestros vecinos con recelo si tosían, o estornudaban.
ResponderEliminarFueron pasando los días, y el televisor y el móvil ardían las 24 horas con noticias y comparecencias infinitas que nos zambullían en un mundo irreal, irreconocible. AL poco tiempo de estar encerrados, por iniciativa popular a las 20:00 horas salían al balcón millares de personas a aplaudir la valentía de médicos, enfermeros, cuerpos de seguridad... que velaban por nosotros y nuestra salud. Mirábamos la calle con un sentimiento de lejanía y añoranza, con una tristeza por lo perdido, deseando que todo acabase, que el maldito virus desistiese en su batalla contra un mundo que no podía parar, un mundo esquizofrénico.
Tuvimos muchas horas para pensar, para mandar al estrés a paseo. Reformamos nuestro día a día, de la mañana a la noche mientras la situación se complicaba y las muertes se multiplicaban.
Todos tenemos personas de riesgo a nuestro alrededor, y por ellas llevábamos el doble de cuidado, les enseñamos a ponerse la mascarilla y quitársela, los guantes, a salir separado y no tocar nada, en esas semanas todos aprendimos a actuar frente a un enemigo invisible.
Hoy que podemos salir a jugar con los niños, a pasear con los abuelos, salimos con la mente nublada, llena de datos y normas a seguir, tomamos el aire en perímetros marcados y vigilados como si se tratase de una novela de ciencia ficción.
Mientras en los laboratorios la carrera por crear la vacuna o el medicamento que acabe con este maldito virus sigue....